jueves, 29 de diciembre de 2011

Nadie en Obís


Obís es un despoblado del término de Arén que llegó a contar con 100 vecinos y al que llegó la luz eléctrica, a pesar de ello, su acceso fue hasta hace pocos años por un camino de herradura.
Yo he salido caminando desde Betesa por la pista que lleva hasta Santa Eulalia, tramo en el que debemos superar un desnivel de 130 metros en un recorrido de 800, lo que provoca que a medio camino ya esté sudando a pesar de que estamos a 4 grados negativos.
Tras el repechón llego junto a la preciosa ermita de Santa Eulalia, donde hago unas fotos de rigor.

El templo está restaurado y abierto, aunque lo rodea bastante maleza.



Luce este crismón sobre su sencilla portada de sencillos capiteles.


Desde la ermita no hay más que seguir la pista y a un kilómetro aproximadamente ya se divisa el pueblo, sobre un espolón entre dos barrancos.


A pesar de que nos veremos muy cerca del pueblo, no podemos atajar pues el barranco es profundo, y debemos alejarnos hasta perderlo de vista para cruzar por un pequeño puente donde está el desvío.

El núcleo está muy destruido y apenas tres casas se mantienen en pie. Se aprecian derrumbes recientes, por lo que debemos ser precavidos si queremos movernos por aquí.




La calle principal está bloqueada por los escombros de las casas y abundante maleza, quedan un par de ellas casi enteras en el tramo libre.

En el salón de una de ellas hay acopio de vigas...


...y esta cantarera, sobre la que hay un estante donde todavía se encuentran envases vacíos de medicamentos y lociones del año de Maria Castaña .

Su escasa cocina, por no tener no tenía ni pica, siendo un mero lugar de preparación de la comida.

Esto es una mesa plegable propia de la sala del hogar que se mantiene pegada a la pared cuando no se usa.


Y este es el hogar, fechado en 1927, y que es copia de copia de otros tantos que pueden verse en las casas "bien" de otros despoblados.
Su interior suele ser de ladrillo macizo, y su boca se remata con un perfil metálico con cierto adorno.

Se ven asimismo bastantes contenedores para productos agrícolas dentro de las casas, algunos de ellos junto a las alcobas en el centro de la casa.


Y en las alcobas, los cabeceros de las camas.

Tenían una pequeña panadería.

El extremo superior del núcleo parece reservado para rediles y establos, la mayoría en ruinas.
Hay uno que todavía se utiliza esporadicamente.

Dentro encuentro esta aventadora.


Y esta baranda de escalera usada como cercado.

Restos de la electrificación en la calle.


Y en la casa.

Esta casa presenta un remozo abundante en ladrillo en su interior, aunque la obra parece abandonada hace mucho tiempo, y ha quedado como refugio de pastores.

En el extremo este del pueblo está la iglesia de San Juan, templo de un románico rústico al que se le añadieron posteriormente dos capillas, aquí vemos el exterior de la del lado norte.

Su ábside apenas sobresale entre ruina y maleza.

Entrar en el templo es complicado porque está literalmente tomado por una espesa vegetación y el suelo cubierto de escombro.

Desde el ábside se ve esto, es imposible acceder a los pies del templo, practicamente derruidos por otro lado.

La capilla mayor es de muy cuidada ejecución, bajo el revoco azul que se ha ido desprendiendo se aprecia su antigua policromía, y en el caso de la clave y las ménsulas, el escudo de la familia que la promovió.

Frente a esta existe esta otra más pequeña, las dos destacan por la talla refinada de los sillares ante la rusticidad el resto de la nave.
El altar se apoya en la divisoria que convirtió el ábside en una pequeña sacristía.

Termino mi visita y paso a la salida del pueblo junto a la fuente ya seca.


Y tras 3,5 Km aproximadamente llego otra vez a la ermita, desde donde veo Betesa, donde inicié mi camino.
Las vistas y la excursión son una delicia (superado el primer tramo, que ya os digo que es duro de veras).
Es relativamente fácil topar con fauna salvaje, así que no os faltarán alicientes en una zona que se mantiene practicamente virgen.



Fotos: Panasonic y N95

jueves, 22 de diciembre de 2011

Santa María y San Bartolomé de Bellmunt



El Románico en la última frontera

La ermita de Santa María y San Bartolomé de Bellmunt se halla en un remoto y perdido rincón de la Ribagorza.
Digamos que el punto de salida es Fet, a partir de aquí hay que buscarse la vida ya que no hay camino y los que pueden acercarnos llegado un punto se terminan, y abandonar el camino en ésta zona es meterse en un bosque bastante o muy espeso.
Un bosque que oculta a la perfección los restos de ésta ermita castrense.
A quinientos metros de mi vehículo diviso la zona a la que me dirijo.

Este es el perfil de vuelta para que se hagan una idea...


Los primeros colonos que llegaron aquí a mediados del siglo XI, según Adolfo Castán Sarasa, levantaron una muralla adaptada a las pendientes de 50 metros de longitud por 25 metros de anchura.
En el extremo suroriental se construyó la iglesia cuyo muro sur se solapa a la muralla previa, anulando las aspilleras de que disponía para su defensa en dicho flanco.
Cuando se produjo el derrumbe del ábside en época indeterminada, el templo se dividió con una pared para seguir utilizando el resto de la nave como ermita.
Aquí vemos su entrada principal cegada y la nueva en el muro norte.

Hace tan sólo cuatro años, por fotos que tengo vistas, se sostenía la cubierta, cuando entro veo que ya está toda en el suelo.

Sobre la divisoria que dejó fuera ábside y presbiterio se construyó el coro.


Y a poniente el nuevo altar.

Se conserva ésta capilla con ciertas pinturas, que ya se han degradado mucho al faltar la cubierta.




En la puerta se hallan grabados también ciertos grafitis.

Al entrar en la parte derruída podemos ver esta capilla.

Escasos restos del ábside.


Y la divisoria.

Desde el exterior puede verse el cilindro absidal con el vano de la cripta, que no es accesible.
A la izquierda de la imagen vemos el muro que cerraba el castro.

Vistas de la cripta.

Junto la base del ábside vemos las aspilleras condenadas.

Rodeando el templo vemos el muro exterior donde se aprecian las aspilleras.


Un derrumbe del muro saca a la luz un pequeño túnel bovedado.

Frente al templo existe un gran montón de piedra de lo que pudo ser una torre o construcción de más que mediano tamaño a juzgar por el volumen del escombro.


Y algo más allá un pedazo de muro de la antigua defensa.

Se aprecian claramente dos líneas de aspilleras en su parte inferior.

Aquí las vemos desde su cara externa.



Según el autor citado al inicio de esta entrada, las aspilleras servirían para verter al exterior líquidos inflamables con objeto de impedir el acercamiento enemigo.

Y aquí termina mi visita, en la siguiente imagen pueden ver la distancia a la que me hallo hasta adonde dejé mi vehículo, punto que señala la flecha.


Y me van a permitir una pequeña vanidad...Riviere estuvo aquí.



Añado aquí un pequeño vídeo.

Fotos: Panasonic y N95 8Gb